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MANO DE OBRA: DE LA FASCINACIÓN A LA ACCIÓN

 

Loreto Buttazzoni

Han pasado más de cincuenta años desde que culminara una etapa industrial relevante de la porcelana en Chile creada hacia mediados del siglo XIX y en los últimos años hemos visto un incipiente acercamiento a este oficio desde el arte. En la muestra colectiva Mano de obra de la fascinación a la acción las artistas han instalado problemáticas contemporáneas utilizando este material con sus reglas y problemas,  y de paso poner en perspectiva lo que ha significado y significa el desarrollo de este oficio en el mundo y en nuestro país.

La muestra se divide en dos partes que hablan de lo individual y lo colectivo respectivamente. En la sala poniente nos encontramos con tres instalaciones efectuadas con distintas técnicas en porcelana que van desde la factura con moldes inéditos, piezas elaboradas a partir de moldes de otros moldes y piezas únicas intervenidas con pasta porcelana y otras modeladas a mano.

En la sala oriente se presenta un tablero que contiene un centenar de piezas en estado de bisquit (fase previa al esmaltado) con las piezas que han sido utilizadas en las obras individuales y colectivas. Las piezas han sido organizadas a modo de glosario a la como los gabinetes de curiosidades de la  de los siglos XVI y  XVI. La presentación de obras de creación colectiva en las que cada artista ha intervenido las obras de sus pares responde a un intento por  rescatar el aspecto lúdico en el arte como una motivación para crear.

 

UNA HISTORIA DE ASOMBRO

Por mano de obra comúnmente se entiende el esfuerzo físico y mental al servicio de la fabricación de un bien, que luego se convierte en una idea central en todas las culturas a lo largo de la historia. Una idea que se encuentra en los inicios de la porcelana hacia el año 200 AC en el mundo asiático. Su posterior expansión por Europa durante la Edad Media, respondió a una confluencia entre curiosidad y fascinación por este material fabricado en China, que fue bautizado por Marco Polo en uno de sus viajes como porcellino, en referencia a ese molusco brillante y suave al tacto que crece en los mares cálidos.

La propiedad traslúcida, el sonido metálico al ser golpeado y la textura suave constituyó, por muchos siglos, un misterio para los europeos quienes gracias a la apertura de nuevas rutas comerciales en el siglo XV pudieron acceder a los objetos elaborados en con esta arcilla especial prescindiendo del monopolio veneciano. En adelante, la porcelana se fue convirtiendo en un objeto de fascinación para viajeros, comerciantes, príncipes y no tardó en pasar del estatus de curiosidad al de obra de arte, dando nacimiento al ambicioso proyecto de igualarlas en el mundo europeo (1) y su consiguiente expansión al continente americano.

En nuestro país el desarrollo de esta industria culminó en los años 80 a causa de la falta de competitividad con los productos asiáticos. Hoy en día la porcelana se enseña en talleres particulares convirtiéndose éstos en canales menos formales del aprendizaje de oficios.

 

(1) Desde fines del siglo XV Europa se embarcaría en una verdadera odisea por la tan añorada y secreta fórmula controlada por los chinos, hasta descubrir la formula para producir la denominada porcelana blanda en el siglo XVIII.  Fue más que nada la fascinación con las propiedades de este material y sus posibilidades en el campo no sólo de lo doméstico sino que en el ámbito ornamental y representativo lo que influyó en que príncipes y reyes tuvieran escuelas de ceramistas a su servicio, algunas de ellas vigentes hasta el día de hoy. 

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